Campo de entrenamiento #13 Antigua cancel de Konoha

Cerré los ojos debido a la molestia que me produjo el fuerte grito de Roku, ya que al encontrarme tan cerca de él pude sentir de lleno como mis pobres tímpanos vibraban. Y el eco producido tampoco ayudaba mucho que digamos.

-Te lo retiré y curé la herida, no puedo permitir que te mueras por perdida de sangre... sería triste y patético. -Le dije para luego mostrarle el trozo de cristal que le había quitado, el cual aún tenía impregnado un poco de su sangre- pero si tanto lo extrañas con gusto lo devolveré a su lugar.

- No, gracias, mi hombro está bien asi como esta… gracias por curarme sensei – Dijo levantándose, tambaleaba debido al dolor, y termino por apoyarse en la plancha de metal. Al mismo tiempo, el otro jounnin se retiraba y antes de que pudiera despedirlo, el ya había desaparecido por los corredores de la cárcel, pero tenía en sus manos el chocolate que le habían regalado, al cual sin dudarlo incorporo.

- Em… va a estar difícil llegar al hospital – Dijo mientras intentaba dar unos pasos, aunque aun agarrado de la plancha, pero el dolor era una verdadera molestia. - ¿Dónde habrán quedado mis zapatos? -

Miré mientras Ginsen se marchaba devolviendole el gesto. Por fin el viejo no me daría el mismo sermón de cada año sobre por qué no debía matar, o dejar inválidos, a mis alumnos. No que le prestase mucha atención.
Escuché a Roku preguntarse por la ubicación de su calzado.

- Ahí están. Si quieres ve por ellos. -dije señalando el otro extremo de la habitación. Ahí, junto a una de las ballestas, se encontraban tirados ambos zapatos... cruzando ese mar de cristales rotos - En cuanto a llegar al hospital, creo que por ésta vez puedo ayudarte.

Llevé mi mano derecha por encima de mi hombro, cortando la palma con una de las cuchillas de mi guadaña sin mostrar ninguna especie de molestia o dolor ante el acto. Seguidamente llevé la mano frente a mi, apretándola en un puño y permitiendo que la sangre brotase y cállese frente a mí acumulándose en el suelo. Cuando consideré que ya era suficiente, solté la mano y realicé un solo sello. De inmediato del pequeño charquito de sangre comenzó a salir una forma humanoide que terminó por convertirse en una replica exacta mía.

-¿Y bien? -cuestioné mientras llevaba mi mano a mis labios para lamer discretamente la herida y mi bunshin se giraba para ver a Roku.

Roku lanzo una mirada hacia atrás, viendo los zapatos a una distancia nada apacible cruzando el mar de vidrios rotos, además de que posiblemente también estaría lleno de ellos, por lo que se dio vuelta decepcionado, iría caminando descalzo y con los pies dañados, sería una odisea. Al volver, vio que su sensei se estaba cortando la mano con su guadaña, y que luego, desde su sangre, se formaba un clon idéntico a ella.

- Eso es nuevo, sabía que existían clases de bushin que no fueran ilusiones, pero no sabía que existían algunos hechos con sangre – Dijo algo extrañado por la particular forma de creación de los bushin. Tras eso, camino un poco hasta el clon, pasando su brazo por encima de su cabeza y apoyándolo sobre su hombro. Luego, comenzó a caminar, esperando que el clon lo acompañase.

-Una técnica de familia. No lo intentes o te desangrarán antes de lograr algo.

Una vez que estuvieron cerca de mí, me coloqué del lado contrario de mi bunshin y pasé el otro brazo de Roku por detras de mi cuello, teniendo cuidado de que no se fuese a cortar con las cuchillas de mi arma. No sería una caminata demasiado larga y además le serviría como entrenamiento para sacar el dolor de su mente.
Antes de comenzar a caminar miré por encima de mi hombro y de su brazo. Tendría que regresar a limpiar todo.

-Bueno, vamos a que te traten esas heridas -le dije, caminando al mismo ritmo que el bunshin y saliendo del lugar.

EL campo de entrenamiento se encontraba vacío, cosa que no me sorprendía ya que era raro que otro equipo viniese a entrenar aquí debido a esa pequeña leyenda urbana. Mejor, eso me aseguraba un lugar en dónde entrenar en completa tranquilidad, y qué mejor lugar para hacerlo que la zona que me era más familiar en toda Konoha.

-Hmmm, al parecer aún no llega... -me dije mi misma mientras observaba la zona. Me encontraba en campo abierto, justo entre el bosque que llevaba a la aldea y el edificio de la antigua cárcel. El viento soplaba suavemente creando un ambiente ideal para entrenar.

Viendo que mi alumno aún no se presentaba decidí empezar con mi propio entrenamiento mientras esperaba a que decidiese aparecerse. Durante 10 minutos me dediqué a estirar los músculos de mis brazos y piernas para así poder evitar calambres. Recordaba una vez en donde no los había llevado a cabo y no pude moverme por todo un día al acabar el entrenamiento... claro que mi padre tampoco había sido muy gentil.
Cuando finalmente decidí que era suficiente, tomé la guadaña de mi espalda y cerré los ojos al mismo tiempo que respiraba profundamente. Lentamente comencé a blandir el arma a mi alrededor, visualizando a un oponente en mi mente y esquivando los ataques imaginarios que éste me proporcionaba. Las cuchillas de la guadaña pasaban a mi alrededor cortando el aire, y aunque en más de una ocasión pasaron sumamente cerca de mi cuerpo jamás me rozaron. Tantos años de entrenar y luchar con ella la habían convertido en una extremidad más para mi y podía decir con precisión en dónde estaban las filosas cuchillas y hacia dónde apuntaban.
Dí un salto hacia atrás y apoyé un extremo de la guadaña en el suelo para ayudarme a terminar de dar el salto, cortando el aire nuevamente una vez que ambos pies tocaron el suelo, esquivando eficazmente a mi oponente imaginario. El ritmo era algo pausado y lento. Para cualquier otra persona que me viese parecería que me encontraba danzando con mi arma en lugar de estar entrenando.

En realidad, el gennin llego unos minutos después de Bara, pero se quedo estático al ver que esta “danzaba” con su guadaña, una danza mortal, tal vez no para ella, pero si para quien estuviera en el rango de su arma. Tras un rato entre los arboles observando, se dio cuenta de que hasta que no hablara su sensei no pararía, por lo que decidió llamarla desde lejos, no quería acercarse, pero tampoco quería perder su título de “puntual”, tal vez era lo mejor que tenia, y aun no estaba tarde.

- Buenos días Sensei – Dijo a varios metros de allí, saliendo de los árboles y mostrándose completo, donde se pudo ver que aun tenía vendas en sus pies, aunque ahora cubiertas por zapatos, que no eran exactamente los que había usado en la prueba, a esos los había dado por muertos.

Abrí un ojo para ver al chico sin detener mi "danza". Ya había notado que llevaba varios minutos en el lugar pero había decidido callármelo.

-Buenos días -le respondí- En un momento iniciaremos con el entrenamiento, pero antes quisiera conocerte un poco mejor. Dime, ¿qué estilo de pelea utilizas? ¿Acaso te especializas en justsus o quizá prefieres el taijutsu?, ¿kenjutsu tal vez?

Ahora que era seguro que entrenaría a Roku lo mejor era conocer con qué estilo de pelea se sentía más cómodo. Eso no solo ayudaría a definir su entrenamiento sino que además me evitaría problemas a futuro y me ahorraría las molestias de entrenarlo en algo equivocado. Desde mi punto de vista no tenía caso enfocar el entrenamiento principalmente en un área si al chico no le interesaba o no lo consideraba su estilo principal. Por supuesto intentaría enseñarle un poco de todo para que supiese manejarse en diversas situaciones.

Fuuinjutsu?. Al parecer éste chico nunca dejaría de darme sorpresas. Bien, me agradaba eso.

-Conque Fuuinjutsu... interesante, no es una especialidad muy común que digamos. Es una especialidad con mucho potencial cuando se sabe como usarla -dije abriendo los ojos pero sin dejar de realizar mi pequeña "danza", moviendome de modo en que iba acercandome lentamente al gennin - ¿dices que igualmente utilizas mucho taijutsu?, otra especialidad formidable una vez que se entrena adecuadamente. Por lo que escucho tus ataques son básicamente de corto alcance, lo cuál puede ser muy peligroso frente a una gran variedad de posibles situaciones en las que estarás involucrado en algún momento... eso significa que deberemos trabajar su agilidad y velocidad para tratar de compensar esa debilidad...

Me quedé pensando por unos momentos en qué tipo de entrenamiento podría ser el adecuado, y entonces la idea llegó. Miré a Roku sobre mi hombro y le dirigí una sonrisa juguetona.

¿qué te parece jugar un rato?. Las reglas son simples: tú corres... y yo trato de matarte - de inmediato la juguetona sonrisa se convirtió en una sádica. Dando un giro rápido sobre mi pierna derecha para ganar el impulso necesario lancé con fuerza la guadaña hacia el frente, haciendo que ésta girase conmigo y precipitase sus cuchillas hacia Roku. Me había acercado lo suficiente como para quedar a unos 6 metro del chico.

La guadaña había cortado el aire, estampándose contra el suelo y dejando una zanja a su paso.

-Jeje, eso es, corre!! Es más divertido así! -grité para que el peliblanco pudiese escucharme. Se diría de regreso a la aldea y eso no era bueno. No porque pudiese pasarme algo o temiese que la gente me viese tratar de aniquilar al chico. No. En realidad era el hecho de que ya podía escuchar la reprimenda del kage si ésto llegaba a sus oídos... maldita sea.

Tomé mi arma y avancé hacia el bosque con toda la calma del universo entero. ¿Por qué me daría prisa?, el chico no podría escapar ya que ningún gennin podía salir por su cuenta de la aldea. No importaba en dónde se ocultase, hacia dónde corriese, lo iba a encontrar.
EL viento movía las ramas de los árboles. Pasaba junto a éstos a un paso algo lento, escaneando con poco interés la zona para ubicar al peliblanco.

-Ven, sal sal de donde quiera que te encuentres -hablé en una voz juguetona

Nada... ni rastro del peliblanco.
Ésto podía significar una de dos opciones: o el chico era un genio ocultándose del peligro, o era un cobarde que había decidido darse a la fuga. Fuese cual fuese la razón, ya comenzaba a cansarme de caminar sin rumbo por el bosque adyacente a la antigua cárcel.

-Se acabó... no hay rastro de ese novato -mascullé irritada, levantando mi vista para ver el cielo. El sol ya se encontraba en lo alto - Es el colmo... seguramente se dio a la fuga. Arg, y justo cuando creí encontrar a alguien con algo de carácter.

Molesta, coloqué la guadaña de vuelta en mi espalda y caminé con rumbo hacia las calles de la aldea. Más le valía a ese Roku no toparse conmigo, o su castigo sería muy poco placentero.